sábado, 9 de julio de 2011

Asesinos en serie
La mente de un asesino

Casi 20 mil personas al año son víctimas de asesinato en el mundo. Aunque ya no están vivas, aún tienen mucho que contar y, de paso, pueden ayudar a entender la mente de sus homicidas.
                         
Robert Ressler, ex agente del FBI es un cazador de asesinos. Él piensa que estos siempre dejan su tarjeta de presentación en el lugar del crimen y hay que estar entrenado para descifrarla.

Según Eric W. Hickey, criminólogo, estos representan lo más oscuro y peligroso de la sociedad, porque si alguien es atrapado por un asesino en serie, la posibilidad de escapar con vida es baja. "Tienden a mezclarse con la comunidad. Son personas comunes y corrientes. Jamás se sospecharía de ellos."

Así era Emile Dubois, uno de los asesinos en serie más prolíficos de la historia de Chile. Gentil y amable, nunca tuvo problemas para ganarse la confianza de sus víctimas en los cerros de Valparaíso. Sin embargo, diez mujeres no salieron vivas de su encuentro con él.

Asesinos de sangre fría

Ted Bundy, en Estados Unidos, se veía como un hombre cualquiera. Atractivo y amistoso. Este joven estudiante de leyes torturó, mató y mutiló al menos a 30 mujeres.

          
Según cuenta Hickey, Bundy fue absolutamente infeliz en su infancia. Odiaba a su madre porque era hijo natural. "Era diferente al resto del mundo y la odiaba por eso. Así es que mató a otras mujeres. Y cada vez, estaba matando a su madre."

Sin embargo, otros asesinos en serie no admiten una explicación tan sencilla. Como Jeffrey Dahmer, que llegó a devorar partes del cuerpo de sus 17 víctimas. O Gerry Haitnick, el asesino que sirvió de inspiración para "El Silencio de los Inocentes". O como el Hijo de Sam, quien aseguró haber recibido instrucciones de matar a través de los ladridos de un perro.

No importa lo descabellado de sus explicaciones, criminólogos e investigadores insisten en que un asesino en serie rara vez está verdaderamente loco.

Según el FBI, un sicópata sexual es un individuo que ante todo no tiene ninguna capacidad de sentir remordimientos por sus crímenes.

En agosto de 1966, el estudiante universitario Charles Whitman mató a 14 personas en la Universidad de Texas. A esto se le llama un asesinato en masa. ¿Tiene algo en común con los asesinos en serie? La respuesta es no. Aunque tienen similitudes, son fenómenos absolutamente diferentes.

Un asesino en masa suele actuar en un estado de gran conmoción. A menudo se entregan o se suicidan y son de sangre caliente. Los asesinos en serie son de sangre fría.

Un caso aterrador

Ed Kemper, mató a ocho mujeres en los alrededores de Santa Cruz, California, en los años 70.
        
Él era inusualmente brillante. También era muy grande y obeso. Su padre lo había abandonado y había sido criado por una madre que no lo quería.

"Me gustaría saber qué se sentiría dispararle a mi abuela" le dijo Kemper a los 15 años a la policía. Después de dispararle esperó a que llegara el abuelo y entonces lo mató. Llamó a la policía y dijo: "maté a mis abuelos". Lo mandaron a una institución mental. Como era querible e inteligente fue puesto en libertad después de seis años, en tanto, siguiera yendo al siquiatra.

Desde niño, Ed se había obsesionado con fantasías violentas. Solía mutilar las muñecas de su hermana y llegó a enterrar vivo al gato de la familia.

Apenas unos pocos meses después de salir de la institución donde lo internaron, volvió a matar. Baleó, acuchillló y estranguló a una serie de mujeres jóvenes que hacían dedo por diferentes caminos. Mientras tanto, seguía yendo al siquiatra.

Según el FBI, a Kemper le aterraba la idea de una relación íntima con una mujer viva. Sólo pasaba a la fase sexual una vez muertas.
        
Ed, finalmente descubrió que había sólo una manera de poner fin a sus crímenes: Matar a su madre. Según él, la única culpable de sus asesinatos.

Una mañana, entró a la habitación de su mamá y la asesinó con un martillo. Según él mismo contó, le arrancó la laringe y la arrojó al triturador de basura. Después de un último crimen, Ed Kemper se entregó a la policía. Al momento de su juicio, el Estado de California no tenía pena de muerte. Lo condenaron a cadena perpetua.

Según Hickey no se puede curar un asesino en serie. Pues, no existe un programa que pueda rehabilitar a alguien que ha desarrollado de ese modo la capacidad de asesinar.

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